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Es recomendable la limpieza regular de las llantas para evitar la acumulación y el quemado del polvo de los frenos y otros contaminantes con un producto específico. Tras un corto período de reacción del limpiador, aplique un potente chorro de agua a las llantas a una distancia de 10 o 15 cm. No usar cepillos de cerdas duras ni esponjas ásperas. Por último, recuerde pulir las llantas entre dos y cuatro veces al año con cera dura para que la superficie esté siempre bien sellada, así como revisar la sujeción a los 200 km desde el cambio.
Al cambiar los neumáticos de invierno por unos de verano, es aconsejable cambiar las llantas. En verano pueden ponerse unas llantas ligeras de aleación, mientras que al llegar el mal tiempo y montar los neumáticos de invierno son ideales unas robustas llantas de acero para reforzar las prestaciones del neumático.